Con las clases finalizadas y el verano empezando, estaba claro que era el momento ideal para ir a la playa. Yo había tenido una intensa e infructuosa semana de estudios, en la que reprobé mi examen de euskera, pero como dicen por ahí, todo se soluciona con sal; ya sean lágrimas, sudor o mar. Sudor yo le había puesto de sobra con el vasco, y luego estuve cerca de las lágrimas con el resultado, por lo tanto, lo único que me faltaba era un poco de mar.
San Sebastián es una ciudad costera en la bahía de viscaya, a una hora al noroeste de Pamplona. Tiene dos playas. La primera tiene muchas olas y es donde van todos los surfistas vascos, que según mi amigo australiano dejan mucho que desear, y él parece ser un entendido en el tema (igual me parece un poco injusta la comparación entre los surfistas australianos y los vascos). La segunda se llama playa de la concha y siempre aparece en esos típicos rankings poco creíbles de la web como una de las mejores playas de España. Una vez incluso salió como la más linda de Europa, claro que yo no se cuales son los estándares detrás de páginas como Skyscanner o trip-no-se-qué-mas, pero te da una clara idea de lo bonita que es la playa.
Fuimos dos veces en una semana, ambas sin quitasol, lo que fue una movida bastante arriesgada porque después del segundo día yo era un camarón que no se podía duchar con agua caliente. Como actualización les cuento que la etapa langostino ya fue superada y ahora estoy más morena que mis primas Sepúlveda, espero que el bronceado me dure hasta llegar a Chile porque estoy super orgullosa (si me puse bloqueador mamá, pero no sirvió mucho).
A pesar de que Euskadi es una comunidad dentro de España, yo siento que nos deberían timbrar el pasaporte al entrar, porque realmente se siente como un país distinto. Lo principal obviamente es la barrera del idioma, porque todo está en vasco. Uno no pide un helado chico, sino que uno txikia (aunque siendo honesta yo siempre voy por el handía), las salidas son irteera y la gente no te da las gracias, te eskerrik asko. Espero que con esta pequeña pincelada de vasco puedan simpatizar conmigo y mi reprobación. La ciudad es hermosa, la tienen super bien cuidada, y los edificios son como estos típicos antiguos y alargados, uno junto al otro, con balcones bonitos y pintados de colores. En Pamplona tenemos de esos también en el casco antiguo, pero la verdad San Sebastián es como el hermano lindo de mi querida Pamplona. Linda y adinerada, porque es como la segunda ciudad más cara de España.
Por eso tiene tanto sentido que los vascos quieran independencia, yo la verdad les encuentro toda la razón. Primero fueron perseguidos en la dictadura franquista, porque qué sería de una dictadura si no violara los derechos humanos de un grupo especifico de la población. Incluso hablar euskera era ilegal en esa época. Ahora son una de las comunidades más estables económicamente, lo que es mucho decir en España, y no se sienten parte del país que por años los discriminó. No me quiero poner política, porque seguro que hay muchos pormenores de los que yo no me he enterado viviendo entre vascos, pero si un pueblo quiere libertad me cuesta encontrar razones para no dársela. Sobretodo viniendo de un país que tuvo que luchar para autogobernarse.
Volviendo a mi día de playa, lo pasé super bien. Nadamos horas en el mar y cuando volvimos a buscar nuestras cosas en la arena, seguían ahí! La gente era muy maja y todos estaban en ese mood de playa y relajo, felices aprovechando los primeros días de verano.
Advierto que el siguiente párrafo puede herir sensibilidades, pero tengo fe en que mis escasos lectores del siglo XXI tienen una mente muy abierta. Y si no es así, por lo menos que me quieren lo suficiente para no juzgarme. Aquí va: En las Europas la gente es muy respetuosa con los otros, y nadie se anda fijando en como se ve la persona de al lado ni emitiendo juicios superficiales, y como el estereotipo dicta, las mujeres en las playas hacen topless. Prácticamente todas, desde las más estupendosas hasta las abuelas arrugadas, porque aquí no existe ese rollo de sexualizar el cuerpo femenino. Incluso las niñitas pequeñas usan solo la parte de abajo del bikini, lo que tiene mucho sentido porque la verdad se ven exactamente igual que los niños, entonces ¿Por qué taparse tanto? Supongo que saben a donde quiero llegar con esto, porque siendo la feminista orgullosa que soy, me uní al topless vasco y fui muy feliz. Una experiencia liberadora de cuerpo, alma y mente, 100% recomendado. Igual fue solo un ratito, y me puse bañador para las fotos.
Las dos veces que fuimos a San Sebastián optamos por llevarnos cocaví desde Pamplona, que es bastante más barato, y sobrevivimos de lo más bien con pan de molde, maní y galletas. Bueno y por supuesto el helado que mencioné más arriba, porque un día de playa no es lo mismo sin un heladito de chocolate. Y volvimos felices con las energías veraniegas recargadas, muy rojas, con la piel salada y el pelo lleno de arena. No hay mejor sensación.