Un poco más tarde que otros días, pusimos nuestra alarma para continuar nuestro camino hacia el desierto, no sin antes recuperar nuestra inversión en el desayuno buffet del hotel. Rogábamos que no siguieran en el mismo tour las argentinas insufribles, pero ahí estaban, pegadas a su celular como siempre preguntando por la contraseña del wifi. Yo creo que si hacemos unas estadísticas, el tiempo total acumulado que estuvieron mirando la pantalla del teléfono supera ampliamente el tiempo total acumulado que gastaron mirando realmente Marruecos.
Hicimos una parada en lo alto de las montañas en un mirador, para aprovechar las hermosas vistas del Dades, y yo me mareaba de solo pensar en todas las curvas que tenía por delante. Luego pasamos por una tiendita de pañuelos y cosas marroquíes, donde nos pintaron las manos con henna. Suena cool, pero en realidad no fue tanto. Mi impresión es que pasa tanto turista por ahí, que las mujeres que atendían ya se habían acostumbrado a una rutina. Paso numero uno: tratar de vender todo lo que los turistas toquen, miren, pregunte o demuestren el mínimo interés. Paso número dos: regatear precios, hacer ofertas y encajarle como sea algún pañuelo a los occidentales (o asiáticos, estaba llenos de chinos/coreanos/japoneses). Paso número tres: luego de alcanzar con éxito los pasos uno y dos, ofrecer pintura de henna. Paso numero cuatro: pintar lo mas rápido posible y así tener tiempo para el siguiente grupo.
Me imagino que para los que van solo a sacar la foto, la rutina funciona bien. Pero yo me quedé con gusto a poco. Me hubiese gustado alguna explicación sobre las tradiciones árabes, el por qué de pintar las manos, en que contextos se usa, etc. Me dio la sensación de que todo es demasiado comercial, y aunque somos minoría, habemos algunos que queremos aprender, y no solo pasar por ahí.
Finalmente llegamos a un hotel pequeño, cerca de la carretera, de donde salían las caravanas de dromedarios. No estábamos solos, habían otros autos de turistas llegando. En este hotel nos guardarían las maletas porque los dromedarios no se la pueden con turista+maletas.
Pero justo en ese momento, comenzó una tormenta de arena al más puro estilo Aladdín y nos tuvimos que refugiar adentro, porque era imposible salir. Cuando terminó, teníamos arena hasta en lugares donde yo no sabía que podía acceder, pero al fin había llegado lo que tanto esperábamos. (dato extra, las argentinas no sabían que existían los dromedarios, pensaban que era una forma de los locales de denominar a los camellos)
Los dromedarios hacen el mismo ruido que hace cheewbacca. Mejor dicho, Lucas seguro se inspiró en este mamífero para darle vida a su wookie. Pero preferí no hacer comentarios sobre la referencia cinematografía porque algo me decía que no iba a ser bien recibida. Y bueno, partimos en la caravana mexicana-argentina-chilena hasta llegar al campamento, una media hora después. Yo iba un poco preocupada de no caerme de mi animalito, y en las partes más complejas se me escapaba uno que otro grito, pero ¡Andar en dromedario es de lo mejor! y de vez en cuando yo le hacía cariño al mío para que no me botara.
Antes de instalarnos nos subimos con mucha dificultad a una duna muy alta y desde ahí vimos la puesta de sol en el Sahara, para que decir que fue maravilloso!
El campamento tenía varias carpas para que durmiéramos, que eran a todo cachete, con colchones y alfombras. No se imaginen una carpa tipo camping, estas eran como habitaciones y cabíamos paradas adentro sin problema. Para responder a la gran pregunta ¿Hace mucho frío en el desierto de noche? les puedo decir que no, frío es lo ultimo que tuve en el viaje. Como diría mi tata, desperté más transpirada que caballo de bandido.
Cenamos el mejor tajir de pollo de mi vida y luego nos sentamos afuera, entre cojines y tapetes tipo arábicos a ver las estrellas, y cuando yo no daba más de la alegría, veo pasar una estrella fugaz. Esta historia es real, aunque no lo parezca, y yo pedí el deseo que me correspondía por ser la única que vio el fenómeno. Luego los beréberes sacaron sus tambores y empezaron a tocar y cantar, y todos los seguimos. El ambiente era muy alegre y bailamos y aprendimos a tocar los tamborcitos, fue demasiado entretenido! yo lo pasé super bien, todos eran muy simpáticos y divertidos.
A día siguiente ya nos teníamos que ir, pero no sin antes levantarnos al alba y ver el sol salir en el desierto, una de las cosas más bellas del mundo.
*los turbantes no se usan por algo estético, si no que absolutamente funcional. De verdad ayudaban a protegerse del viento y la arena.