Vengo llegando de mi esperadísimo viaje a Italia. Antes de partir contando uno de los mejores mochileos de mi vida, quiero contextualizar un poco todo el asunto. Todos los erasmus aprovechan Semana Santa para viajar y no queda nadie en Pamplona, por lo tanto para mi era super importante organizar algún paseito más que fuera.
Para los estudiantes de América y Oceanía, es el momento de conocer lo máximo de Europa que podamos. Para los europeos en cambio, es tiempo de volver a sus casita a ver a sus familias, bien fácil hacer intercambio así. Como para ellos todo está cerca, ven varias veces durante el semestre a sus papás, lo único que les falta es llevarles la ropa para que se las laven el fin de semana y traerse tuppers como mis rommies.
El grupo con el que me fui a Italia ya tenía listo su viaje, y yo me incluí después. Por lo tanto, no tuve ninguna influencia en las desiciones, porque estaban todas tomadas. Eramos cuatro chilenos y dos mexicanas, que son hermanas. Parece que mis amigos, cuando planearon el viaje, pensaron que el asunto era un rally fotográfico, porque no alcanzábamos a estar ni 24 horas en una ciudad y ya pasábamos a la siguiente. Como yo soy súper educada no dije ni pío al respecto, pero la verdad me hubiese gustado conocer menos ciudades y disfrutarlas un poco más. Yo he viajado con grupos de amigos muchas veces antes, y hay cosas que he aprendido con la experiencia que son fundamentales, una de ellas es no hacer comentarios innecesarios. Otra es que cuando la gente tiene hambre se transforma.
Partimos el viernes 14 en la tarde a Barcelona. Cuando llegué por primera vez a Europa, hace ya más de tres meses, me recibió un amigo chileno en Barcelona y yo quedé maravillada. Tenía recuerdos de que la ciudad era hermosa, pero también era la primera que veía entonces no había mucho punto de comparación. Ahora puedo decir, con un poco más de conocimiento de causa, que es la ciudad más linda de toda España (de entre las que he visitado por supuesto). En la página principal de este blog usted puede ver a cuantas partes de la península he viajado, y determinar si me considera apta para emitir tal afirmación, pero yo estoy tan segura de lo que digo que incluso agregaré que Barcelona es el lugar en donde me gustaría vivir en un futuro no tan lejano. Así de linda es, o sea yo estaba tan emocionada de que iba a pasar por la principal ciudad de catalunya de nuevo, que hasta me vi "Vicky, Cristina y Barcelona" solo para ambientarme con anticipación.
Desde Barcelona salía nuestro vuelo a Nápoles, a las 6:00 am. Como mis queridos compañeros de viaje querían abaratar costos, dormimos esa noche en el aeropuerto. Tuvimos que hacerlo así porque no hay trenes Pamplona-Barcelona que viajen durante la noche. Pero está bien, aprovechamos de irnos en la tarde y de recorrer un poco antes de partir en metro al aeropuerto y dormir tirados en el suelo entre maletas, abrigos, y otros turistas sufridos que estaban en las mismas que nosotros.
Nápoles era por lo tanto la primera ciudad que veríamos. Resultó así porque los vuelos eran más baratos ahí que a otra parte de Italia, es decir, nosotros no elegimos ir a Nápoles, si no que fue una cosa más de las casualidades (y del presupuesto reducido). Pero muchas veces, esas terminan siendo las mejores experiencias, y al menos en cuanto a comida Nápoles no defraudó.
Nuestros amigos italianos que estudian acá en Pamplona nos habían dicho que Nápoles era una de las peores ciudades de su país, la pintaron bien fea y nos bajaron mucho las expectativas, y la verdad tenían un poco de razón. Antes de que me apedreen por decir que Nápoles es fea, quiero dejar en claro que estoy feliz de haber ido, o si no ni siquiera sabría como es. Pero quiero ser honesta con mis lectores y para que me voy a poner a inventar que era linda, si yo encontré que no. Me gustó, eso sí, pero bonita no era.
Partimos recorriendo el centro, porque eso es lo que uno hace generalmente cuando llega a un lugar nuevo. Con solo poner un pie en Nápoles ya se nota que no bromean al decir que es la ciudad de la pizza. Eran como las 9 de la mañana y habíamos visto tantos lugares que vendían pizza que me moría por comerme una, al parecer mi ello siempre termina ganando, porque tuve que darme en el gusto y responder a mi impulso. Con una de las mexicanas nos compramos una pizza de desayuno, aunque en realidad, como estábamos despiertas desde las 4 de la mañana haciendo el check in, nuestro reloj biológico ya marcaba almuerzo. Esa fue la primera de muchas pizzas, y ninguna me decepcionó. Hay pocas cosas en las que yo confío a pies juntos, soy como mi papá, escéptica por naturaleza, pero si hay algo en lo que creo a ojos cerrados es que cualquier pizza que uno se coma en Italia va a ser buenísima, no importa si es en la calle en un puesto chiquitito o si es en un restauran lindo con vista al mar, la pizza nunca pero nunca va a defraudarte.
Luego, con el antojo de margherita satisfecho, empezamos a turistear hasta llegar a la Piazza Plebiscito, que es lo más bonito que vi de Nápoles (foto incluida en la galería). Las calles eran muy caóticas y ruidosas, y había que tener muchísimo cuidado para no morir atropellado por una de las motitos tipo vespa que dominaban la ciudad. Además, los hombres nos gritaban cosas en la calle, a lo piropo de albañil versión italiana y mi alma feminista estaba furiosa, aunque a diferencia de cuando estoy en Chile, aquí me quedaba calladita y no los mandaba a saludar a su madre.
Unas cuantas horas más tarde y luego de mucho caminar ya nos había dado hambre de nuevo, y además los otros no habían comido pizza como yo y la mexican. Cáchense esto, el resto del grupo había ido a desayunar al 100 montaditos!! Nuevamente yo apliqué mis conocimientos viajeros y evité cualquier comentario. Pero es que no podí irte a Italia y comer pinchos! Más encima del 100 montaditos, que es una cadena de comida rápida disfrazada de típica española, y sus pinchos son los peores que he probado. En fin, momento de morderse la lengua y evitar con todas mis fuerzas mirar para arriba con reprobación.
Mis papás, que son bien entusiastas con mis viajes, habían googleado las atracciones turísticas de la ciudad y estaban hasta más informados que yo, así que les hice caso y partí guiando al equipo al restaurant L'antica pizzería da Michele, lamentablemente no pudimos comer ahí, porque al parecer la pizza es tan buena que se llena y no había una fila, si no que un mar de gente esperando en la calle para entrar. Así que cruzamos la calle y comimos en un restaurant chiquitito en el que nos atendió una niña tan simpática que valió la pena, porque lo pasamos super y comimos rico.
Me estoy dando cuenta que el post ya está larguísimo y no quiero aburrirlos más, todavía me queda mucha Italia por contar.
Para terminar, puedo decir que estuvo super bien que Nápoles fuera la primera ciudad, porque de ahí en adelante cada lugar que visitábamos era más lindo que el anterior, y podrá sonar un poco odioso, pero la mejor pizza que me he comido fue en Nápoles.