Hace unos dias salí de juevinchos con mis compañeras de piso y la Monse, mi amiga mexicana que a estas alturas es miembro honorario del 6C, porque se la pasa en nuestro departamento. Que suerte para Alba estar de cumpleaños un jueves, y que suerte para mi porque me mostraron nuevos lugares de pinchos. Ya sé que dije antes que Estafeta era la mejor calle, y en verdad todavía me gusta mucho, pero tuve una revelación importantísima: La bola a sido desplazada, ya no es mi pinxo favorito. Había estado en la ignorancia todo este tiempo, porque la bola no es nada comparada con un huevo. Sí, esos son los nombres, no se si tendrán un problema de masculinidad por estos lados pero bueno, lo importante es que son muy ricos. Esa es la suerte de salir con las roommates españolas porque se conocen todos los buenos lugares.
El bar que tiene el huevo se ubica en la calle San Nicolás, que está cerca de Estafeta, en el casco antiguo de la ciudad. Son tan famosos que tienen un contador de huevos (siento que este post cada vez está sonando más raro), no se refieren a los huevos de los clientes, si no a los que venden en el local. Como podrán imaginar, ya que la creatividad no es la característica de los pamploneses, el huevo es literalmente un huevo duro, metido en medio de una pasta de bechamel, y crujiente por encima porque está frito. Tiene el tamaño de una pelota de tenis y es muy contundente. Me comí uno y quedé como la reina de barraza. Es muy sabroso, me encantó. Claramente no soy la única que piensa así, porque el contador va en más de 300.000 huevos vendidos, un logro mucho más significativo para Pamplona si lo comparamos con Santiago. Me imagino que en mi ciudad natal, cualquier carrito de sopaipillas a la salida de un metro lleva mas de 300.000 vendidas. Quedé fascinada con el huevo, me sentí iluminada por el dios de las comidas, salí de la caverna de Platón a ver la luz. Me encantaría poder llevarles pinchos a todos en Chile, para que compartan conmigo esta pasión.
Luego nos fuimos a otra parte del centro, a El Mesón de la Tortilla que queda en Navarrería y sí, vendían tortillas, y sí estaban buenísimas. Me pedí una de champiñón y jamón, porque la típica tortilla de patatas la como a veces con Alba, la prepara su mamá y también le queda riquísima.
Nos tomamos una sangrías y lo pasamos super bien, aunque nos morimos un poco de frío. Pero al parecer el frío se está retirando del hemisferio norte, porque estos días han estado soleados y yo salgo a mi terraza a broncearme con el débil sol de marzo.